Como quien viaja a lomos de una yegua sombría por la ciudad camino, no preguntéis a donde busco acaso un encuentro que me ilumine el día y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden. Las chimeneas vierten su vómito de humo a un cielo cada vez más lejano y más alto por las paredes ocres se desparrama el zumo de una fruta de sangre crecida en el asfalto
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