La tarde consumió su luego fatuo sin carne, sin pecado, sin quizás, la noche se agavilla como un ave a punto de emigrar. Y el mundo es un hervor de caracolas, ayunas de pimienta, risa y sal, y el sol es una lágrima en un ojo que no sabe llorar. Tu espalda es el ocaso de septiembre, un mapa sin revés ni marcha atrás, una gota de orujo acostumbrada al desdén de la mar. Y al cabo el calendario y sus ujieres disecando el oficio de soñar y la espuela en la tasca de la esquina y el vicio de olvidar.
lunes, 28 de febrero de 2011
Dos horas después
viernes, 25 de febrero de 2011
Pájaros de Portugal.
No conocían el mar y se les antojó más triste que en la tele. Pájaros de Portugal sin dirección, ni alpiste, ni papeles. Él le dijo "vámonos", "¿dónde?" le respondió llorando ella. Lejos del altar mayor, en el velero pobretón de una botella. Despójate el añil redil del alma de largo con camisa. Devuélveme el mes de abril. Se llamaban Abelardo y Eloísa, arcángeles bastardos de la prisa. Alumbraron el amanecer muertos de frío. Se arroparon con la sensatez del desvarío tuyo y mío de vuelta al hogar, qué vacío deja la ansiedad qué vergüenza tendrán sus papás.
Nube negra.
Cuando busco el verano en un sueño vacío, cuando te quema el frío si me coges la mano, cuando la luz cansada tiene sombras de ayer, cuando el amanecer es otra noche helada. Cuando juego mi muerte al verso que no escribo, cuando sólo recibo noticias de la muerte, cuando corta la espada de lo que ya no existe, cuando deshojo el triste racimo de la nada.
Sólo puedo pedirte que me esperes al otro lado de la nube negra, allá donde no quedan mercaderes que venden soledades de ginebra. Al otro lado de los pagones, al otro lado de la luna en quiebra, allá donde se escriben las canciones con humo blanco de la nube negra.
miércoles, 23 de febrero de 2011
Conductores suicidas.
"No es asunto tuyo -me dirás- y punto" pero reconoce que es crudo aceptar que no hay ser humano que le eche una mano a quien no se quiere dejar ayudar. Y búscate la vida, en dirección prohibida, pero no impedirás que levante mi vaso a tu mala salud y te invite a brindar. Muerta la amistad sabe igual que el fracaso y a los dos nos gusta el verbo fracasar. A sí que tu ni caso por no agobiarte el paso, de hacerte las cuentas de las papelinas de que no te fíe ni Rafa el del pub, de que vendas chapas en ciertas esquinas, de que te conozcan en cada hospital. ¿Cómo te has dejado llevar a un callejón sin salida, tú, el mejor dotado de los conductores suicidas?
martes, 22 de febrero de 2011
Amor se llama al juego.
Hace demasiados meses que mis payasadas no provocan tus ganas de reir. No es que ya no me intereses, pero el tiempo de los besos y el sudor... Es la hora de dormir. Duele verte removiendo la cajita de cenizas que el placer tras de si dejó. Mal y tarde estoy cumpliendo la palabra que te di cuando juré escribirte una canción. Un dios triste y aburrido nos castigó por trepar juntos al árbol y atracarnos con la flor de la pasión... por probar aquel sabor.
El agua apaga el fuego y al ardor los años. Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a acerse daño... Y cada vez peor, y cada vez más rotos, y cada vez más tú, y cada vez más yo sin rastro de nosotros.
Seis tequilas.
Me falta una mujer, me sobran seis tequilas, no ver para querer. Malditas sean las pilas que me hacen trasnochar echándonos de menos, echándome de más, almíbar y centeno. Me falta un corazón, me sobran cinco estrellas de hoteles de ocasión donde dejar mis huellas, con nada que ocultar, con todo por delante, Goliat era un patán, David era un gigante. Aunque en parte soy juez de un nunca, de un tal vez de un no sé, de un después, de un qué pronto. En asuntos de amor siempre pierde el mejor, no me tomes tontita por tonto.
lunes, 21 de febrero de 2011
Calle Melancolía.
Como quien viaja a lomos de una yegua sombría por la ciudad camino, no preguntéis a donde busco acaso un encuentro que me ilumine el día y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden. Las chimeneas vierten su vómito de humo a un cielo cada vez más lejano y más alto por las paredes ocres se desparrama el zumo de una fruta de sangre crecida en el asfalto
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